La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte fue el punto de quiebre para la autosuficiencia alimentaria de México, ya que hasta la década de los 70, el país producía la mayoría de sus alimentos básicos.
A partir de los años 90, la dependencia hacia el exterior se incrementó drásticamente. Las políticas agrícolas del siglo XX apostaron por los grandes productores y agroexportadores, dejando en el abandono a los pequeños agricultores, muchos de los cuales se vieron forzados a migrar, debilitando con ello el tejido social rural, lo que ocasionó una fuerte erosión cultural. Durante ese periodo, el uso intensivo de agroquímicos empobreció el suelo, contaminó el agua y los alimentos. Respondiendo a esta problemática, el gobierno que concluye este 2024 dio impulso a prácticas agroecológicas y apoyó a pequeños y medianos, primeros pasos en el sentido correcto, si bien insuficientes para recuperar la capacidad del país para producir sus propios alimentos de manera sustentable, justa y saludable.
Los plaguicidas de síntesis química son diseñados para el control de “plagas”; se clasifican en insecticidas, herbicidas y fungicidas, entre otros, según el espécimen que se desea atacar. Sin embargo, no solo matan a los seres a los que están dirigidos, sino que afectan a otras especies y no resuelven el problema por el que fueron creados, pues los insectos y plantas no deseadas terminan por desarrollar resistencia hacia ellos.
El uso continuo de plaguicidas, especialmente los “plaguicidas altamente peligrosos” (PAP), disminuye la diversidad biológica, hace los ecosistemas más vulnerables a plagas, enfermedades y variaciones climáticas y afecta de manera considerable la salud humana. Los plaguicidas representan una seria amenaza para la salud pública y el ambiente.
Desde los años 1980, las políticas regulatorias en México privilegiaron a las empresas: se simplificaron los trámites para el registro de plaguicidas sin importar su toxicidad. Esta situación ha permitido que en México haya 204 PAP autorizados; en nuestro país se usan cientos de plaguicidas comerciales que conllevan una amplia gama de efectos graves e irreversibles a la salud y al ambiente. Los hay con toxicidad aguda alta que pueden causar la muerte en humanos, organismos acuáticos y abejas; con toxicidad crónica, que se asocian con ciertos tipos de cáncer, daños reproductivos y alteraciones hormonales; otros tienen alta persistencia en el agua, suelos y sedimentos. Muchos de esos compuestos están prohibidos o no son autorizados para su uso en otros países.
México necesita tomar medidas contundentes para proteger a su población, su tierra, su agua y sus alimentos.